expedición Perú

Desde pequeño supo que el viaje no era solo un capricho, sino una forma de vivir. Su familia le transmitió ese legado, priorizando las experiencias por encima de los recursos. Y así creció, con la certeza de que lo importante no se compra, se vive.

Viajar le conecta con su versión más libre y auténtica. Su gran punto de inflexión fue cuando terminó la universidad, se colgó la mochila y puso rumbo a Sudamérica. Dos años después regresó a casa con otra mirada.

Más tarde viajó a Perú, donde se formó en pedagogía libre y terminó echando raíces en los Andes. Allí encontró comunidad, conexión con la naturaleza y un ritmo de vida pausado, que ya no puede soltar. Desde entonces, ha ido y venido, pero el vínculo sigue vivo.

De culo inquieto, ama moverse, especialmente en su furgoneta, y reconectar con los placeres sencillos. Disfruta perderse por el monte, nadar en el mar y dejarse sorprender por las historias y formas de vida distintas. Aunque valora profundamente los vínculos humanos, también aprecia los momentos de silencio y recogimiento.

Su forma de acompañar nace de la curiosidad, la escucha atenta y una manera muy suya de comunicar: directa, franca y con mucho respeto. Con una sensibilidad especial para detectar lo que necesita el grupo, sabe cuándo dar espacio, cuándo preguntar y cuándo simplemente estar.

Su mayor valor es vivir en coherencia con lo que siente. Quizás por eso se identifica con Balú, del Libro de la Selva, por su forma de disfrutar del momento presente. Su superpoder: enfocarse en lo que quiere y hacerlo realidad

Siempre viaja con su cebra de peluche, un pequeño símbolo de continuidad entre tantos cambios. Lo hace sin prisa, con los ojos bien abiertos y siempre dispuesto a que el camino le sorprenda.